Los niños de 'Quidam'Estudian, comen, entrenan, juegan... Todo alrededor de una carpa sin dirección fija. Así viven los más pequeños del Circo del Sol, seis artistas que no superan los 15 años y cuatro hijos de acróbatasREGINA SOTORRÍO, Diario Sur Published: Domingo, 22 de Junio de 2008 Son menudas, apenas levantan metro y medio del suelo, pero son capaces de dejar boquiabiertas a las miles de personas que cada semana desfilan bajo la Grand Chapiteau. Y sólo con un diábolo en sus manos. Eso sí, hacen lo imposible: lanzan el juguete al infinito y lo recogen tras volteretas hacia atrás, volteretas hacia delante, saltos a un lado, saltos a otro, piruetas, pirámides... todo lo que quieran, con una facilidad que pareciera estar al alcance de cualquiera. Por si acaso, no lo intenten. Chen Liu, Deng Lu, He Yuxiao y Liu Quianying son cuatro de los muchos niños prodigios que integran la gran familia del Cirque du Soleil. Allí juegan, se relacionan, estudian y se convierten en pequeñas estrellas con unas habilidades que las hacen grandes. Menos dormir, que lo hacen en hoteles o apartamentos, casi toda su vida gira en torno al circo. Comparten tiempo y espacio con los hijos del Cirque du Soleil, aquellos niños que han nacido con una carpa bajo el brazo y que no conocen otra forma de vida que no sea viajar de país en país acompañando a su padre saltimbanqui o a su madre acróbata. PrecocesNadie diría que antes de convertirse en artistas circenses, Chen, Deng, He y Liu nunca habían jugado con un diábolo. Tienen 12 y 13 años, pero desde niñas -incluso más que ahora- practicaban gimnasia en escuelas especializadas de China. Allí las fichó el Beijing Acrobatic Troupe y empezaron su carrera en el mundo del espectáculo. No tardarían mucho en dar el salto a la compañía canadiense, que hace tres años contrató al cuarteto para 'La Nouba', un montaje que se representa de manera permanente en Disney World, Orlando (Florida). Los diábolos se convirtieron desde entonces en su forma de vida. Sólo fueron necesarios ocho meses de entrenamiento en Pekín. Cuando crecieron en tamaño y destreza, ya estaban preparadas para entrar con un número de mayor dificultad en 'Quidam', el espectáculo con el que el Circo del Sol visita Málaga, hasta el 13 de julio.Su propia rutinaPara los ajenos al mundo del circo su día a día podría parecer caótico, pero dentro de la ciudad del Sol viven su propia rutina. Las pequeñas se levantan todos los días a las 10.30 horas, se asean, comen algo... «y vemos la televisión y los CD que nos gustan», apuntan. Porque la mañana es para ellas, un tiempo libre que emplean en su gran pasión: el arte. «Nos gusta dibujar y hacer manualidades», explican. Mientras hablan (sólo chino) en la carpa de entrenamiento, una mujer trepa por una seda roja sin que las niñas se inmuten. Están acostumbradas, pero los demás no pueden evitar mirar asombrados.La jornada en el circo arranca para las estrellas del diábolo a las 13.30 horas. En ese momento, llegan a las instalaciones, siempre acompañadas por una tutora china y una monitora, para comer y estudiar. Reciben una educación exclusiva para ellas -al margen del resto de los niños del circo- y equivalente al graduado que obtendrían en China. He se decanta por la historia, Deng es más de matemáticas, Che disfruta con la educación física y Liu apunta maneras en arte. De hecho, Liu tiene claro que de mayor quiere profundizar sus estudios de pintura. Las demás aspiran a aprender nuevas habilidades para continuar su carrera en el circo varios años más. Cuando la hora del espectáculo se acerca, es tiempo de entrenar: 45 minutos o una hora lanzando diábolos a diestro y siniestro. Después, ellas mismas se maquillan y se arreglan para el gran momento. Sobre el escenario es donde más disfrutan. «Es lo mejor de 'Quidam'», dicen casi al unísono. Deng, la más comunicativa, cuenta que ya no se ponen nerviosas cuando empieza su número. «Llevamos mucho tiempo haciendo lo mismo, pero nos sentimos mal cuando comentemos algún error», asegura. No dudan al afirmar que les apasiona lo que hacen. Lo peor, dicen, es estar alejadas de sus familiares, una distancia que suplen con llamadas de teléfono siempre que quieran. «Hay días que hablamos más de media hora», afirman. Además, en cada parón de la gira o en los cambios de contienente toman un vuelo hacia Pekín para estar con los suyos. El plantel de artistas infantiles se completa con Ella Bangs, de 11 años, y Dalyane Gauthier, de 15 años. Son niñas cantoras de Canadá y en 'Quidam' se turnan en los espectáculos para interpretar a Zoé, una niña aburrida de la realidad que le rodea y que se sumerge en un universo mágico de extraños ciudadanos. Tienen muy claro que su paso por el Circo del Sol es temporal. Ella se marca un plazo de cuatro años para después dedicarse de lleno a la música. A Dalyane, la mayor, le gustaría continuar sólo un par de años más. Disfrutan en el circo, pero reconocen que la vida fuera de él es muy diferente. A Dalyane le encanta viajar, pero admite que es un «sacrificio» no ver a la familia (le acompaña uno de sus padres). Para Ella, lo mejor del Circo del Sol es la oportunidad que le da de conocer a gente nueva de culturas dispares, pero echa de menos «no poder tocar el violín con las amigas». Examen de matemáticasSon las 15.30 horas y Dalyane y Ella se encuentran en la escuela. Comparten aula, un módulo prefabricado, con cuatro pequeños más, hijos de artistas de 'Quidam'. La menor tiene 8 años y es la primera en levantar la mano cuando el profesor pregunta quién quiere comentar su experiencia en el circo. Liza Mayoroua está en pleno examen de matemáticas, y cualquier excusa es buena para retrasar el momento de enfrentarse al papel en blanco.De procedencia rusa, Liza nació en Barcelona en una de las giras del Cirque du Soleil por España. En 'Quidam' su padre participa en el número de banquine, con saltos y acrobacias que encojen el corazón a quien lo ve. Liza acostumbra a seguirle desde el backstage y, aunque dice sentir «un poco de miedo» cuando ve a su padre por los aires, está orgullosa de su trabajo. Es más, afirma muy segura que de mayor quiere ser como él. Por eso, lleva desde los cuatro años aprendiendo acrobacias. «Venga, ¿al examen!», le recuerda el profesor David Godbout una vez terminada la conversación. Mientras, al otro lado de la habitación no deja de bromear con la situación Vladimir Pestou. Tiene 14 años y lleva desde los dos en el Circo del Sol. Su madre escala por la cuerda y su padre participa también en banquine. «Es el tercero en la pirámide humana», puntualiza. No le asusta verle, aunque un día fue testigo de una caída que le partió la pierna. «Estuvo cuatro meses sin actuar, y lo aprovechó para jugar más conmigo», cuenta. Le gusta la vida circense, le atraen los malabarismos y, si por él fuera, algún día sería parte del espectáculo. En unos años se verá. Desde luego, a su alrededor, mira a donde mire, tiene de quien aprender. © Diario Sur 2008 |